«Me acuerdo de cuando empecé a jugar al baloncesto. Me aburría un poco porque no era capaz de mover la silla. Ahora sí la muevo, hasta corro bastante rápido», comenta Marcos Paz. Han pasado cinco años desde que probó el baloncesto en silla de ruedas en la escuela del Abeconsa Basketmi de Ferrol, un deporte que le cambió la vida. «Lo que más me gusta son los días en los que jugamos un partido y prefiero defender que atacar», explica.

Marcos tiene diez años y es uno de los pequeños que se entrena con el equipo sénior que lucha por ascender a la máxima categoría nacional de este deporte. Desde hace una década promueven esta iniciativa con niños con discapacidad, no solo para animar a las familias a que se decanten por este deporte, sino como una fórmula exitosa para que vean de primera mano otros ejemplos de superación. «Los jugadores con los que entreno son muy buenos. Mi ilusión es poder jugar con los mayores del Basketmi, pero creo que aún me falta un poco», reconoce Marcos.

Tienen pasión por el baloncesto pero les faltan medios. No hay niños suficientes para poder formar un equipo y se ven obligados a entrenarse con el sénior, con el correspondiente trastorno nocturno de las sesiones a las nueve de la noche.

Un contratiempo que no les quita ni un ápice de ilusión por superar barreras. «Me acuerdo que, cuando empezó, el entrenador le dijo que él corría siete kilómetros, así que se le metió en la cabeza que él también quería», recuerda Irene Pazos, la madre de Marcos.

Lidia Torrente, la madre de otro de los pequeños, Erik Soto, de cinco años, destaca el gran ejemplo que muestran y pide que se impulsen más escuelas deportivas para niños con discapacidad, ya que esta «es la única oferta que tienen en Ferrol». «Les motiva muchísimo ver lo que pueden conseguir», añade. Por eso el club apostó por integrar la escuela con los entrenamientos del equipo. «Muchas veces se nos quedan mirando, y a los mayores les encanta poder darles su ejemplo. Cada grupo hace su trabajo y nos juntamos. A veces trato de mezclarlos y hasta les mando los mismos castigos», explica Jose Manuel Teijeiro, su entrenador.

Él mismo es un ejemplo del éxito de esta iniciativa. Empezó entrenando en la escuela y ahora ejerce de técnico de los pequeños y de la primera plantilla.

¿En qué consisten estos entrenamientos? Teijeiro responde presto: «Hacemos casi más juegos que otra cosa. Son ejercicios con conos, globos… lo que pretendo es que cojan movilidad con la silla más que nociones de baloncesto. Pero sobre todo se trata de que vean que pueden ser deportistas. Como un chaval ve a Ronaldo o a Messi como una figura, ellos nos ven nosotros», señala.

A Erik, lo que más le gusta es encestar. «Me lo paso muy bien», destaca. El deporte está muy enraizado en su familia y su hermana Lía no duda en subirse a una de las sillas en algunos entrenamientos.

Nueva escuela en A Coruña

El nuevo reto que afronta el club es la apertura de nuevas escuelas por Galicia. «Hay más niños que quieren iniciarse en el baloncesto en silla, así que queremos abrir más. Empezamos con A Coruña, y nuestra idea es seguir en Lugo y Santiago», explica el presidente del club y jugador, Álvaro Illobre. La coruñesa empezó en mayo, se desarrolla en el colegio Santa María y se retomará tras el parón escolar. «Les damos los recursos en forma de material. A veces es difícil de conseguir cosas como las sillas de ruedas deportivas Hacemos juegos de iniciación para que cojan movilidad con la silla y algún partido. La idea es crecer y formar más escuelas hasta que lleguemos a competir entre nosotros», comenta Diego Lozano, al frente de la escuela coruñesa.

La Voz de Galicia 14/08/2019